In memoriam de Ramón de Rato Figaredo. Un funeral ejemplar.
Ramón de Rato Figaredo se nos ha ido. Se retiró a descansar un poco después de comer, y ya no despertó. Murió en la soledad de su cuarto, sin alharacas, sin protagonismo. Lo mismo que había elegido para su forma de vida. Lejos de las candilejas. En la penumbra de las bambalinas. Complaciéndose en los aciertos de los demás, y adelantándose con algún breve comentario, algún apunte sutil, algún ligero --apenas perceptible-- consejo, para evitar, en lo posible, algún importuno yerro.
Mente clara. Corazón siempre tierno,… que, al final, acertó a trasportarle muy quedito, en silencio, hasta el descanso eterno. Lo sabemos bien quienes le conocimos, fuimos sus compañeros de tiempos escolares, y compartimos su aprecio. Todo un caballero.
Hemos asistido a su funeral en Madrid. En la capilla (por su condición recoleta) o iglesia (amplia en el espacio y el tiempo) del que fue nuestro colegio, y en la que, por entonces (hace muchas décadas), nos reuníamos puntualmente en la mañana y a diario. Con sacrifico, no hay duda. Pero también con alegría. Alegría íntima. Y con seriedad, mucha seriedad, y respeto. Tal como nos ha hecho revivirlo la misa concelebrada en recuerdo de Ramón de Rato Figaredo.
Con el dolor… de habernos quedado solos: sin él. Somos los vivos quienes nos quedamos muy solos: cada vez más solos. Y esto sí que es una carga, un esfuerzo, un gran sacrificio… por estar, ¡por proseguir!, por caminar en este terrenal destierro,… cuando sabemos que allá, más allá, a la salida del túnel del espacio-tiempo que nos encarcela y retiene, está, en definitiva, la Luz focalizada, la Luz Centrada, el Alfa y el Omega del Amor Infinito… que con su haz radiante alumbra --Existencia por Sí Misma-- toda la existencia, esfera luminosa de radio infinito que nos llama, nos apremia, nos reclama,… para nuestra final y feliz inmersión en su atmósfera eterna de plenitud para nosotros…
Pero también con gozo. Con el gozo de saber que Ramón ya está allí y nos espera. Nos anima a seguir por ahora por aquí,.. pero sin desánimos, sin desfallecer, sin deserciones que no nos están permitidas si queremos cumplir nuestro papel --¡el que sea!: grande o pequeño, lucido o desvaído, transcendible o cotidianamente caduco-- que nos hayan encomendado en este vario pero evanescente gran teatro del mundo…
Y con gran recogimiento. Una seriedad, un respeto, una intimidad realmente propia de los verdaderos amigos, de los sinceros compañeros en este peregrinaje terreno, de los familiares y más cercanos allegados, que se reúnen para impetrar su ya perpetua plenitud existencial, e incluso para que nos proteja y sirva de ánimo en el trecho de camino que aún, por delante, tenemos.
En este sentido, el funeral fue un modelo de seriedad: emotivo, recoleto. Igualados todos en el asistir --iguales las personalidades que los humildes subalternos--, todos en silencio, todos abstraídos en el motivo del acto, sin desparrames de vista ni cómplices saludos… Todo un ejemplo.
Incluso en la calle fue también modélico el quehacer de quienes organizaban el fluir y la seguridad del tránsito, vehículos y personas. Sin ruido. Sin aspavientos. Con admirable discreción, paciencia y consenso en todo momento. Incluso los medios de comunicación. Admirable comportamiento.
Así, en fin, lo vimos. Así lo vivimos. Y así lo sentimos. Y así lo narramos. In memoriam de Ramón.
(Publicado también en http://peso-press.blogspot.com)
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