Dios existe. Y la libertad humana, también. (Segunda parte: del porqué y cómo)
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Volviendo a la duda inicial que expresó mi interlocutor, la de “si Dios existiese, no pasaría lo que pasa”, trataremos ahora de concretar algunas otras reflexiones.
La primera, claro, es resaltar el contrasentido que esa frase encierra. Porque ¿qué quiere decir, en realidad? ¿Acaso no subyace en ella, agazapada, esta otra --y curiosa-- afirmación, a saber: “Si yo fuese ‘Dios’, lo haría ‘mejor’ que Dios”? Y ¿acaso esta afirmación subconsciente no incurre un pelín en ‘exceso de optimismo’?
Sin embargo, el ‘exceso’ apuntado no desmerece el calado filosófico de la duda planteada.
Porque ¿acaso Dios, por primar el que todas las ‘existencias-participadas’ reflejen, de algún modo (aunque inequívoco), la Libertad Infinita de Sí-mismo (la del que ‘Existe-por-Sí-mismo’), se arriesgará a que toda su creación acabe ‘fracasando’ por el mal uso que las creaturas hagan del cupo de libertad que les ha sido concedido? La respuesta es no.
Y es no, porque ya hay un refrán español, compendio de la sabiduría popular, y de asombrosa precisión ‘teológica’, que dice: “en el pecado lleva la penitencia”.
¿Por qué es tan acertado este milenario dicho? Pues porque ya apuntamos nosotros hace años, y luego más recientemente ha confirmado la enseñanza Papal, que “el uso obcecadamente errado de la libertad es quien provoca resultados que nos infligen tormento a modo de autocastigo”.
Por ejemplo, el ‘infierno’. Pues el infierno no es más que la tortura en que se encierra --él solito-- quien, pretendiendo ‘hacerse como Dios’ al anteponer radicalmente su propio interés al de todo lo demás, se topa con su inexcusable realidad existencial: la de que, por mucho que lo pretenda, no es ‘Dios’ y, por tanto, como no ‘existe-por-sí-mismo’, jamás podrá hacer ‘lo que le dé la gana’ (según vimos que es evidencia inevitable aparejada a nuestra evidencia de que existimos…). Y obcecarse en negar esta evidente realidad, cuando es una realidad ontológica que ‘no hay quien la mueva’, es el mayor tormento al que nuestra estúpida soberbia nos puede condenar.
Y es precisamente por este ‘autocastigo’ que lleva siempre consigo el rebelarse contra la realidad existencial inapelable de que ‘jamás podremos hacer lo-que-nos dé-la-gana’, es por lo que jamás la Creación podrá ‘fracasar’: porque si se usa correctamente la libertad, se estará cooperando al ‘éxito’ de aquélla; pero si se usa mal (al negarnos a cooperar por emperrarnos en anteponernos a todo), en el autocastigo que esto intrínsecamente conlleva se está ‘reparando’ ésa nuestra falta ‘voluntaria’ de cooperación, asegurándose así también aquel ‘éxito’…
Todo lo cual, llevado a lo cotidiano y terrenal, nos explica --supongo-- el porqué “aunque Dios existe, pasa lo que pasa”: porque los humanos estamos dando la espalda a nuestra exigencia ontológica de cooperación y apoyos mutuos, y nos empeñamos en ‘hacer cada uno la guerra por su cuenta’… Y claro: así pasa lo que pasa. Es el autosuicidio (valga la redundancia) colectivo.
Porque si es evidente que ‘todos necesitamos recibir’ pues que somos irremediablemente limitados, ¿no nos iría mucho mejor si ‘todos nos adelantamos a ofrecer’?
Lo deplorable es que, por la imbécil soberbia, y paranoica ambición, de algunos que, además, son ineptos, nos hayan metido en una recesión mundial con cientos de millones de desempleados.
(publicado también en http://peso-press.blogspot.com)
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