Imágenes de la astronomía aplicadas a la muerte, la mística y Dios
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En este mismo blog hemos publicado el pasado 20 de enero, al glosar el funeral de Ramón de Rato, “que allá, más allá, a salida del túnel del espacio-tiempo que nos encarcela y retiene, está, en definitiva, la Luz focalizada, la Luz Centrada, el Alfa y el Omega del Amor Infinito… que con su haz radiante alumbra --Existencia por Sí Misma-- toda la existencia; esfera luminosa de radio infinito que nos llama, nos apremia, nos reclama,… para nuestra final y feliz inmersión en su atmósfera eterna de plenitud para nosotros…”
Y diez días después, el 30, abundábamos en lo mismo apuntando “que una vez que hayamos escapado de la cárcel del espacio-tiempo, Dios se nos aparecerá como un punto (centro) luminoso que irradia su luz (Amor) ‘sin limitación’ alguna (infinitamente), inundándonos para que alcancemos así la plenitud de nuestra existencia.”
Sobre estas expresiones me han sugerido que pusiese algún ejemplo. Y voy a intentarlo.
Y en primer lugar, forzoso es referirse a los numerosos testimonios de quienes han estado a punto de morir… y han ‘regresado’ luego a la vida. Mi propio hermano Manuel, ingeniero y matemático sumamente racionalista, me confesó, después de haber superado un accidente, que había tenido esa inexplicable percepción de caminar como por un túnel al fondo y final del cual se veía ‘la luz’: un ‘estallido’ de luz, una atmósfera luminosa que llenaba de paz y consuelo… Y la descripción es de igual tenor en todos los que han estado en análoga situación. A ello es a lo que aludíamos, en concreto, el día 20 y lo figuramos aquí en el margen.
Pero hay una imagen tomada de vídeos o documentales (por ejemplo, de uno emitido por National Geographic en televisión recientemente) sobre ‘el interior’ de un agujero negro --que es ‘negro’ solamente cuando estamos aún ‘fuera’ de él, pero que es (como simulan las imágenes adjuntas al margen) un estallido de luz radiante cuando estamos ya ‘dentro’-- que bien podríamos tomarla como ejemplo de lo dicho el 20 y el 30 con sólo tener al dintel final del túnel como aquel ‘horizonte de sucesos’ u horizonte de ‘no-retorno’, o brocal del pozo (agujero negro), más allá del cual está la plenitud esperada: un centro luminoso que irradia su luz en todas direcciones llenando todo el espacio en que sumergirnos para alcanzar nuestra plenitud existencial…
El símil es todavía más plausible en cuanto que un agujero negro es un ámbito del que nada puede escapar, de igual manera que ninguna existencia ‘contingente’ (es decir: cualesquiera que ‘NO-exista-por-ella-misma’) puede ‘emanciparse’ de la que sí que ‘Existe-por-Sí-misma’ y que es de quien hemos recibido la nuestra…
¿Son, pues, los agujeros negros del Universo un reflejo más, una suerte de llamada de atención, que se nos presenta para que comprendamos todavía mejor que nuestra limitadísima existencia no puede escapar de la relación ontológica que, quiérase o no, tenemos con quien sí que Existe-por-Sí-mismo; y relación que subsiste y subsistirá perennemente, queramos o no, en cuanto que somos creaturas suyas?
Quizá algún día hablemos de las teorías o conocimientos que, poco a poco, se van teniendo del Universo. Pero aún me referiré ahora a otro fenómeno concreto que ha saltado a la actualidad en enero: las ‘eyecciones de masa coronal’, o burbujas en la superficie del Sol que revientan y alcanzan la Tierra encendiendo nuestra ionosfera (alta atmósfera) en serpenteantes ‘auroras polares’ (véanse ilustraciones en el margen).
Porque también podría quizá establecerse algún paralelismo entre esto y los arrebatos místicos que experimentan algunos humanos como, por ejemplo, Santa Teresa de Jesús.
En efecto: para comprender lo que sienta la persona que es ‘inundada’ por el Amor divino (es decir: la que experimenta un arrebato místico), podemos ver el diagrama (adjunto) del viento solar alcanzando la Tierra.
En él, la ‘eyección de masa coronal’ vendría a ser un símil o ejemplo de la acción divina de ‘transferir’ a la persona una ‘llamarada’ del Amor Infinito que es lo que, a fin de cuentas, es Dios. Esta ‘llamarada’, cual viento solar, alcanza a la persona envolviéndola y ‘encendiéndola’ con esa porción de Amor Infinito que le llega; de tal modo que la persona tiene frecuentemente una sensación de ir ‘a estallar’ (equivalente al ‘estallido’ geológico que hasta puede darse en la Tierra por una fuerte tormenta solar); ir a estallar --decimos-- por aquella ‘inundación’ de tanto y tan inefable Amor que la embarga, y que notoriamente ‘excede’ sus capacidades biológicas y espacio-temporales.
Y hasta tal punto que,… la persona entonces es posible que suspire un ruego humilde (pero impertinente; porque es algo así como querer ‘enmendar la plana’ a Dios) del estilo de: “¡basta, basta; por favor!, porque me ‘rompo’... ‘Ruego’ que también proviene, en parte, de la clara conciencia que uno --pensamos-- tiene de que el arrebato místico le está extrayendo de las coordenadas del espacio-tiempo (semejante a la alteración sideral que causa el viento solar): y le da apuro que lo pudiesen presenciar otros… si es que algunos estuviesen presentes.
Pero, como decimos, tal hipotético sentimiento de apuro sería una estupidez (porque ‘si Dios nos inunda, Él sabrá’, y deberíamos quedar tranquilos por el testimonio que pudiésemos estar dando… incluso por espectacular que pudiese llegar a ser); pero ya se sabe que los humanos somos estúpidos… (Aunque como descargo cabe, también, aducir la tremenda conciencia de insignificancia que desborda a quien está ante la infinitud del Creador, y que igualmente le hace ‘ruborizarse’).
En fin: con las presentes notas hemos querido simplemente resaltar que lo que podremos ver o sentir tras morir, o tras ser --tal vez-- alcanzados por una llamarada del Amor Infinito, puede incluso intuirse mediante imágenes de la Astronomía moderna.
(publicado también en: http://peso-press.blogspot.com/2012/02/imagenes-de-la-astronomia-aplicadas-la.html )
2 comentarios:
Me ha encantado el articulo... las imagenes son preciosas.
Gracias por compartirlo
Saludos
Gracias a usted. El escritor es sólo la herramienta de expresión: sólo el responsable de las ocurrencias de símiles. Nada más.
Pero le agradezco especialmente su comentario porque, por él, he vuelto a releer ahora lo que había escrito y que ya había olvidado...
Y me ha vuelto a la memoria la 'tremenda' confidencia de un joven, hace ya de esto unos 55 años: le había 'pedido' a Dios (¡qué barbaridad!) que, por favor (¡qué disparate!), le relevase de volver a recibir esos destellos de Su Amor Infinito con que le regalaba... Y lo 'justificaba' con esta muy sincera y muy humilde --pero realmente muy impertinente-- reflexión: que si seguía recibiendo tales 'regalos', ¿cómo podría luego, echando mano sólo del más estricto racionalismo nada más, servir de ejemplo para quienes no hubiesen también recibido similares regalos?
(O sea: algo así como "leerle la cartilla" a su Creador e indicarle qué, y qué no, convenía que Él hiciese... ¡Menuda insolencia! Menos mal que suponemos que su destinatario se lo tomaría con una benévola sonrisa mientras pensase algo así como: "¡Qué chicos éstos! ¡Hay que ver qué cosas 'Me' dicen!... Con toda su buena voluntad, pero... ¡qué cosas 'Me' dicen!...". Aunque, eso sí: según parece, al chaval "le tomaron la palabra..." y se quedó para el resto más solo que la una en pleno desierto o 'destierro'... Algo un tanto semejante, nos parece, a lo que nos narra Graham Greene en su obra teatral “El león dormido”)
Sorprendente anécdota, pues, que he traído a colación por estar en la línea de lo que ya apunté en el artículo: que cuando invade una de esas 'llamaradas' del Amor Infinito, y el receptor tiene la obvia sensación de que 'se rompe' (como reventaría el hoyo de la playa donde quisiéramos meter todo el agua del mar), es muy humano (pero muy estúpido) que exclame: "¡basta, basta!..."
Aunque es, sin duda, consecuencia de la aplastante evidencia de que, en el hoyuelo de una playa, no cabe todo el océano...
Por otra parte, la imagen de un punto radiante de luz llenando de Amor hasta el Infinito parece realmente una fiel representación de la también evidencia (filosófica; existencial) del que Existe-por-Sí-Mismo.
Fernando Enebral
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