jueves, 11 de febrero de 2016

1ª PARTE Hítler aún vive entre nosotros. NOCIONES DE PSIQUIATRÍA FORENSE





La figura de Hítler compendia los síntomas y los terribles riesgos sociales que entraña la paranoia. Y como los riesgos perduran hoy día en cada esquina, forzoso será estar muy atentos a los síntomas que pueden desvelar la presencia de un paranoico en escena. El presente comentario en varias entregas, y tomando los bien sabidos desvaríos de Hítler, trata de alertar sobre ellos cuando los percibamos en alguien de la actualidad.

Pero, antes de nada, expondremos unas nociones básicas de psiquiatría forense, es decir, aquélla que tiene aplicación tanto en el Derecho Civil, como en el Penal o el Administrativo, y en cada una de las secciones de éstos.

Y en seguida hay que aclarar algo fundamental: que las psicopatías son, con frecuencia, meras ‘exasperaciones’ de algunos rasgos habituales del comportamiento humano. O bien, la focalización de ellas en aspectos concretos.

En segundo lugar apuntaremos que, en definitiva, LAS PSICOPATÍAS son penosas DISTORSIONES que el sujeto hace DE LA REALIDAD.

Concretamente, las dos más graves para las personas que se cruzan con el enfermo son la esquizofrenia paranoide, y la propia paranoia. En ambas, el psicópata llega a ‘romper’ con la realidad de su entorno para substituirla por su ‘delirio’, pero por caminos diferentes en cada una.

En la ESQUIZOFRENIA PARANOIDE, el paciente es incapaz de ‘relacionarse’ con su entorno, de ‘captar’  la realidad ‘tal cual’ auténticamente es (‘esquizo’, escisión; ‘fren/ia’, mental/cualidad, conocimiento),  y por eso es que ‘SE LA inventa o IMAGINA’ conforme a su previa fabulación o enjuiciamiento condicionado por sus alucinaciones o suposiciones inventadas. A partir de lo cual adopta comportamientos obviamente inadecuados, desproporcionados, ineficaces, respecto de lo que está sucediendo. Y que, dentro de esto, son contradictorios, inútiles y, con frecuencia, agresivos incluso imprevisible y súbitamente.

La adjetivación de ‘PARANOIDE’ se refiere a que la sustitución que hacen de la realidad por las fabulaciones de su ‘vida interior’ viene condicionada por ‘suposiciones’ que también son típicas del delirio paranoico, tales como que están siendo ‘perseguidos’ y tienen que defenderse (como aquella médico que bruscamente se lió a cuchilladas con cuantos se cruzaban con ella en el pasillo porque… ‘eran sus enemigos’ y tenía que ‘eliminarlos’), o que son los llamados a ‘salvar el mundo’ y también por eso han de ‘eliminar’ a quienes se les opongan, o que proceden de estirpe regia (como el controvertido caso de ‘Anastasia Romanova’, supuesta superviviente del asesinato de toda la familia del Zar en 1918), o lo más tópico de ‘creerse Napoleón’, etc

No obstante, con lo dicho ya se intuye que hay comportamientos que pueden ser más o menos indiciarios (indicativos) de una esquizofrenia paranoide subyacente, aún no aguda… hasta su impredecible eclosión.

Por su parte, la PARANOIA también implica una deformación de la realidad, pero ahora  como consecuencia’ de la obsesión ya instalada, en vez de ser, como en la esquizofrenia, su ‘causa’.

En el paranoico, la ‘idea fija’ o ‘fijación mental obsesiva’ que se apodera de él es quien condiciona la ‘interpretación’ que va luego a hacer de LA REALIDAD, a LA que RETUERCE cuanto sea necesario para adaptarla al propósito o significado que su delirio le está imponiendo.

Éste se centra en varios ‘temas’ (¡ojo!:  ‘la’ tema --en femenino-- es, más que ‘el asunto’. la ‘obsesión u obstinación’ ; y de aquí el dicho de “cada loco con su tema).

Así, el DELIRIO ‘DE PERSECUCIÓN’ es la ‘idea fija’, irreductible, de estar siendo víctima de un complot. Y por tanto, todo lo que le sucede --por nimio que sea--, es interpretado’ como ‘prueba’ de estar siendo ‘acosado’ para destruirle. Por ejemplo: si el autobús se nos escapa en nuestras narices, no es que hemos llegado tarde, sino que el conductor se ha marchado a destiempo para ‘fastidiarnos’ y retrasarnos…

Evidentemente, cuando los avatares cotidianos y la carencia de valores superiores de convivencia hacen que cada cual vaya ‘a lo suyo’ sin importarle qué atropellos tenga que hacer para conseguirlo, la mayoría de las personas se sentirán ‘atrapadas, atacadas, desatendidas, machacadas’, y un largo etcétera de participios pasivos parecidos; sin que esta INEVITABLE y VERAZ sensación suponga ni el más mínimo indicio de ‘delirio de persecución’, sino sólo la CONSTATACIÓN de lo miserable que la convivencia llega a ser cuando cada cual se rige por ambiciones personales (grandes o pequeñas) olvidando la máxima de que “puesto que todos necesitamos recibir, todos deberíamos adelantarnos a compartir”.

Por ejemplo: por nuestra polifacética proyección profesional --como periodistas, y docentes en varias Universidades, y funcionarios polivalentes, y hasta políticos (y etc.)-- hemos venido teniendo sucesiva noticia de los atropellos y aun literales ‘persecuciones’ que algunos ciudadanos sufren habitualmente por parte de curritos que se creen semidioses y efectivamente refocilan su ego mediante el sadismo. Un caso de éstos lo protagoniza incansablemente la Agencia Estatal de Administración Tributaria contra un contribuyente que osó interponer recurso ante el Tribunal Superior de Justicia y lo ganó. Algún día que  hablemos de política fiscal lo contaremos como muestra de que hay realmente ‘persecuciones’ por parte de quienes, frente a otros, se siente prevalidos; sin que ello tenga que ver con la psiquiatría del perseguido, sino con la del sádico o grupo de sádicos perseguidores.

Otros numerosos casos de parecido tipo hemos conocido, v.gr.,  en el seno de comunidades de vecinos. Como el de un señor a quien el administrador de turno --muy amparado por su Colegio Profesional-- le acusó de deudor por unos recibos que había pagado religiosamente, aunque careciese de comprobantes que el propio administrador ya en su día se había encargado de no facilitarle… Y el pobre señor, de edad ya avanzada, sufrió por esta causa un infarto y murió, sin que a sus vecinos les llegase a importar un pito el asunto.

Recientemente en la Comunidad de Madrid, Diego, un niño de 11 años con alto cociente intelectual que inequívocamente traslucía su rostro agradable, fue abocado al suicidio por el insufrible acoso de que era objeto; sin que, desde luego, padeciese ficticias sensaciones de persecución, sino bien ciertas.


Es decir: que los rasgos paranoicos han de ser cuidadosamente diferenciados de actitudes la mar de cuerdas en --diríamos-- la mayoría de las veces. Aunque son estas otras pocas las que habrá que descubrir a tiempo. (Sobre esto, véase al margen, más arriba, y en formato de imagen susceptible de pinchar, recuperar, ampliar y leer, un mordaz artículo nuestro del año 1994)

Otra (en femenino) tema u obstinación clásica en paranoia es el DELIRIO ‘DE REIVINDICACIÓN’.

De un sencillito y sinóptico “Manual de psiquiatría” (M. Anty, Toray-Masson, 1967; véanse imágenes al margen), entresacamos que es una ‘PSICOSIS PASIONAL’, que no sólo abarca las ideas fijas que se imponen en la mente y orientan la actividad total del individuo en orden a  obtener inmediatamente el reconocimiento social y reparación pública que el sujeto está seguro que merece y no se le presta, sino también los FANATISMOS QUE pretenden IMPONER determinadas creencias, doctrinas, métodos, axiomas, aplicaciones y demás dogmatismos de carácter político A TODOS y por el imperio de la fuerza, dado que la ‘reivindicación’ se sustenta simultáneamente en el DELIRO DE GRANDEZA Y MESIÁNICO de ser los ÚNICOS llamados a ‘salvar el mundo’, y tener el derecho y el deber de ANIQUILAR a todo aquél que se oponga.

Podría también instalarse como 'reverso de la moneda''reacción' extrema de 'superación' (o exacerbación de la 'repuesta' --neurótica-- que se da a la depresión --también neurótica-- por 'exceso de sensibilidad' a sucesos emocionales 'negativos') frente al DELIRIO ‘DE RELACIÓN’  de Kretschmer (o de reinterpretarlo todo pero ahora en sentido negativo, depresivo, en exacerbación también de la neurosis depresiva acabada de citar), que aflora y se instala con ocasión de algún FRACASO humillante que AFECTA el ORGULLO del psicópata en lo más vivo, le causa lacerante FRUSTRACIÓN, y hasta le da la impresión QUE PROVOCA en los demás risas de BURLA.
 
Y se asocia firmemente con el ya descrito DELIRIO ‘DE PERSECUCIÓN’, puesto que el suceso humillante en seguida lo atribuye el enfermo a un complot para destruirle. Frente a lo cual el paciente, y como respuesta defensiva (incluso de gran violencia y, desde luego, en completa desproporción a los hechos desencadenantes), rápidamente centra su OBJETIVO en alguien próximo QUE ANIQUILAR, o se inventa un ENEMIGO EXTERIOR que exterminar.

Véase, en esto, su concomitancia inextricable con el DELIRIO --también-- ‘DE PERSECUCIÓN’ que empuja al esquizofrénico paranoide  a atacar por sorpresa y, a ser posible, alevosamente a la persona que en ese instante se cruce con él y la tome por el enemigo inmediatamente a batir.

Aunque la MAYOR GRAVEDAD SOCIAL del síndrome PARANOICO es que, tratándose de una urdimbre de justificación fuertemente ‘racionalizada’ sobre un hecho ‘real’ pero que fue ‘INTERPRETADO’ A CONVENIENCIA, y a cuya argumentación se van agregando sucesivas y nuevas ‘explicaciones’ --aunque igualmente sesgadas mediante la DISTORSIÓN INTERPRETATIVA que el psicópata hace una y otra vez--, su discurso llega a captar la aquiescencia ingenua de incautos. De tal modo ES FRECUENTE EL ‘CONTAGIO (delirio inducido, o “delirio de varios, en el que hay un paranoico como inductor”, dice M. Anty) y la expansión (proselitismo) incluso ‘explosiva’ (como ‘epidemia’ y hasta ‘pandemia’) del comportamiento paranoico.  Véase, si no, cómo el nazismo se propagó rápidamente. Y el marxismo leninismo. Y hasta el actual yihadismo. Es lo que el saber popular concretó en que UN LOCO HACE CIENTOS.

Y dejamos para un siguiente apunte la correlación, sumamente ilustrativa, del comportamiento de Hítler con estas nociones.


Dr. Fernando Enebral Casares








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