Hítler vive aún entre nosotros encarnado en quienes reproducen sus terribles vicios paranoicos que estremecieron al mundo y le dejaron la amenaza de un holocausto nuclear (I)
1ª parte. - Nociones de psiquiatría
forense
(Aviso: el contenido y título de esta entrada han sido algo modificados, y aparecen nuevamente ya actualizados en el día 11 de febrero)
La figura de Hítler compendia los síntomas y los terribles riesgos sociales que entraña la paranoia. Y como los riesgos perduran hoy día en cada esquina, forzoso será estar muy atentos a los síntomas que pueden desvelar la presencia de un paranoico en escena. El presente comentario en varias entregas, y tomando los bien sabidos desvaríos de Hítler, trata de alertar sobre ellos cuando los percibamos en alguien de la actualidad.
Pero, antes de nada, expondremos
unas nociones básicas de psiquiatría forense,
es decir, aquélla que tiene aplicación tanto en el Derecho Civil, como en el
Penal o el Administrativo, y en cada una de las secciones de éstos.
Y en seguida hay que aclarar
algo fundamental: que las psicopatías son, con
frecuencia, meras ‘exasperaciones’ de
algunos rasgos habituales del comportamiento humano. O bien, la focalización de
ellas en aspectos concretos.
En segundo lugar
apuntaremos que, en definitiva, LAS PSICOPATÍAS son
penosas DISTORSIONES que el sujeto hace DE LA REALIDAD.
Concretamente, las dos más graves para las personas que se cruzan
con el enfermo son la esquizofrenia paranoide, y
la propia paranoia. En
ambas, el psicópata llega a ‘romper’
con la realidad de su entorno para
substituirla por su ‘delirio’, pero por caminos
diferentes en cada una.
En la ESQUIZOFRENIA PARANOIDE,
el paciente no logra ‘captar’ la realidad ‘tal cual’ auténticamente es (‘esquizo’,
escisión; ‘fren/ia’, mental/cualidad,
conocimiento), sino que ‘SE
LA IMAGINA’ conforme a su previo,
condicionado, enjuiciamiento. A partir de lo cual adopta comportamientos obviamente inadecuados, desproporcionados, ineficaces, respecto de lo
que está sucediendo. Y que, dentro de esto, son contradictorios,
inútiles y, con frecuencia, agresivos incluso imprevisible
y súbitamente.
La adjetivación de ‘PARANOIDE’
se refiere a que la deformación que hacen de la realidad viene condicionada por
‘invenciones’ que también son típicas
del delirio paranoico, tales como que están
siendo ‘perseguidos’ y tienen
que defenderse (como aquella médico que bruscamente se lió a cuchilladas con
cuantos se cruzaban con ella en el pasillo porque… ‘eran sus enemigos’ y tenía que ‘eliminarlos’),
o que son los llamados a ‘salvar el
mundo’ y también por eso han de ‘eliminar’
a quienes se les opongan, o que proceden de estirpe
regia (como el controvertido caso de ‘Anastasia
Romanova’, supuesta superviviente del asesinato de toda la familia del Zar
en 1918), o lo más tópico de ‘creerse Napoleón’,
etc
No obstante, con lo
dicho ya se intuye que hay comportamientos que pueden ser más
o menos indiciarios
(indicativos) de una esquizofrenia paranoide subyacente, aún no aguda… hasta su impredecible eclosión.
Por su parte, la PARANOIA
también implica una deformación de la realidad, pero ahora como ‘consecuencia’
de la obsesión ya instalada, en vez de ser, como en la esquizofrenia, su ‘causa’.
En el paranoico, la
‘idea fija’ o ‘fijación mental obsesiva’
que se apodera de él es quien condiciona la ‘interpretación’ que va luego a
hacer de LA
REALIDAD, a LA que RETUERCE cuanto sea necesario para
adaptarla al propósito o significado que su delirio le está imponiendo.
Éste se centra en
varios ‘temas’ (¡ojo!: ‘la’ tema --en femenino-- es más que ‘el asunto’:
es ‘la obsesión’
; y de aquí el dicho de “cada loco con su tema”).
Así, el DELIRIO ‘DE PERSECUCIÓN’ es la ‘idea fija’, irreductible, de estar siendo víctima de un complot. Y por
tanto, todo lo que le sucede --por nimio que
sea--, es ‘interpretado’ como ‘prueba’
de estar siendo ‘acosado’ para destruirle. Por ejemplo: si el
autobús se nos escapa en nuestras narices, no
es que hemos llegado tarde, sino que el conductor se ha marchado a
destiempo para ‘fastidiarnos’ y
retrasarnos…
Evidentemente, cuando los avatares
cotidianos y la carencia
de valores superiores de convivencia
hacen que cada cual vaya ‘a lo suyo’
sin importarle qué atropellos tenga
que hacer para conseguirlo, la
mayoría de las personas se sentirán ‘atrapadas, atacadas,
desatendidas, machacadas’, y un largo etcétera de participios
pasivos parecidos; sin que esta INEVITABLE y VERAZ
sensación suponga ni el más mínimo
indicio de ‘delirio de persecución’,
sino sólo la CONSTATACIÓN de lo miserable que la convivencia llega a ser cuando cada cual se rige por ambiciones personales
(grandes o pequeñas) olvidando la máxima de que “puesto que todos necesitamos recibir, todos deberíamos
adelantarnos a compartir”.
Por ejemplo: por
nuestra polifacética proyección profesional --como periodistas, y docentes en varias
Universidades, y funcionarios polivalentes, y hasta políticos (y etc.)-- hemos venido teniendo sucesiva
noticia de los atropellos y aun literales ‘persecuciones’
que algunos ciudadanos sufren habitualmente
por parte de curritos que se creen semidioses y efectivamente refocilan
su ego mediante el sadismo. Un caso de éstos
lo protagoniza incansablemente la Agencia Estatal de
Administración Tributaria contra un
contribuyente que osó interponer recurso ante el Tribunal Superior de
Justicia y lo ganó. Algún día que hablemos de política fiscal lo contaremos
como muestra de que hay realmente ‘persecuciones’
por parte de quienes, frente a otros, se siente prevalidos; sin que ello tenga que ver con la psiquiatría del
perseguido, sino con la del
sádico o grupo de sádicos perseguidores.
Otros numerosos casos
de parecido tipo hemos conocido, v.gr., en el seno de comunidades
de vecinos. Como el de un señor a quien el administrador de turno --muy
amparado por su Colegio Profesional-- le acusó de deudor por unos recibos que
había pagado religiosamente, aunque careciese de comprobantes que el propio administrador
ya en su día se había encargado de no facilitarle… Y
el pobre señor, de edad ya avanzada, sufrió por esta causa un infarto y murió,
sin que a sus vecinos les llegase a importar un pito el asunto.
Recientemente en la
Comunidad de Madrid, Diego,
un niño de 11 años con
alto cociente intelectual que inequívocamente traslucía su rostro agradable, fue
abocado al suicidio por el insufrible acoso de que era objeto; sin que,
desde luego, padeciese ficticias sensaciones de persecución, sino bien ciertas.
Es decir: que los rasgos paranoicos han de ser
cuidadosamente diferenciados de actitudes la mar de cuerdas en
--diríamos-- la mayoría de las veces.
Aunque son estas
otras pocas las que habrá que descubrir a tiempo. (Sobre esto, véase al margen, más arriba, y en formato de imagen
susceptible de pinchar, recuperar, ampliar y leer, un mordaz artículo nuestro
del año 1994)
Otra (en femenino) tema
u obstinación clásica en paranoia es el
DELIRIO ‘DE REIVINDICACIÓN’.
De un sencillito y
sinóptico “Manual de psiquiatría” (M.
Anty, Toray-Masson, 1967; véanse imágenes
al margen), entresacamos que es una ‘PSICOSIS PASIONAL’, que no sólo abarca las ideas fijas que se
imponen en la mente y orientan la actividad total del individuo en orden a obtener inmediatamente el
reconocimiento social y reparación pública que
el sujeto está seguro que merece y no se le
presta, sino también los
FANATISMOS QUE pretenden IMPONER
determinadas creencias, doctrinas, métodos, axiomas, aplicaciones y demás dogmatismos de carácter político A TODOS y por el imperio de la fuerza, dado que la ‘reivindicación’
se sustenta simultáneamente en el DELIRO DE GRANDEZA Y MESIÁNICO de ser los ÚNICOS llamados
a ‘salvar el mundo’, y tener el
derecho y el deber de ANIQUILAR a todo aquél que se oponga.
Está estrechamente imbricado igualmente con el DELIRIO ‘DE RELACIÓN’ de Kretschmer, que aflora
y se instala con
ocasión de algún FRACASO humillante que AFECTA el ORGULLO del
psicópata en lo más vivo, le causa lacerante FRUSTRACIÓN, y hasta le da la impresión QUE PROVOCA en los demás risas de BURLA.
Y se asocia firmemente
con el ya descrito DELIRIO ‘DE
PERSECUCIÓN’, puesto que el suceso humillante en seguida
lo atribuye
el enfermo a un complot
para destruirle. Frente a lo cual el paciente, y como
respuesta defensiva incluso de gran violencia y, desde luego, en completa desproporción a los hechos
desencadenantes, rápidamente centra su OBJETIVO en alguien próximo QUE ANIQUILAR,
o se inventa un ENEMIGO EXTERIOR que exterminar.
Véase, en esto, su
concomitancia inextricable con el DELIRIO
--también-- ‘DE PERSECUCIÓN’ que empuja
al esquizofrénico paranoide a atacar por
sorpresa y, a ser posible, alevosamente
a la persona que en ese instante se cruce con él y la tome por el enemigo inmediatamente a
batir.
Aunque la MAYOR GRAVEDAD SOCIAL del síndrome PARANOICO es que,
tratándose de una urdimbre de justificación
fuertemente ‘racionalizada’ sobre un hecho ‘real’
pero que fue ‘INTERPRETADO’ A CONVENIENCIA, y a cuya
argumentación se van agregando
sucesivas y nuevas ‘explicaciones’
--aunque igualmente sesgadas mediante la DISTORSIÓN INTERPRETATIVA que el psicópata hace una y otra vez--, su discurso llega a captar la aquiescencia
ingenua de incautos. De tal modo ES FRECUENTE EL ‘CONTAGIO’ (delirio
inducido, o “delirio de varios, en el que hay un paranoico como inductor”, dice
M. Anty) y la expansión (proselitismo) incluso ‘explosiva’ (como ‘epidemia’
y hasta ‘pandemia’) del comportamiento
paranoico. Véase, si no, cómo el nazismo se propagó rápidamente. Y el marxismo leninismo. Y hasta el actual yihadismo. Es lo que el saber popular concretó en que “UN LOCO HACE CIENTOS”.
Y dejamos para un siguiente apunte la
correlación, sumamente ilustrativa, del comportamiento de Hítler con estas nociones.
Dr.
Fernando Enebral Casares
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